jueves, 18 de noviembre de 2010

Galeano comete, sin remordimientos, la violación de las fronteras que separan los géneros literarios

Por Pablo Pilanski

Eduardo Galeano, un periodista y escritor nacido hace 70 años en Uruguay pero con el corazón en toda la región sudamericana, representa la poesía en cuentos cortos, largos, gordos y flacos de la Latinoamérica actual. Es la mezcla perfecta entre un curioso periodista que se empecina en concebir historias donde otros tan sólo ven hechos cotidianos, y un poeta que reúne sabiduría, sensibilidad y sencillez para decir lo que no dice, pero que a la vez está ahí escrito.

Una serie de libros encasillan su magia. Una serie de libros confirman que no merece ser categorizado bajo una etiqueta. Como dice la editorial de uno de sus libros, “Galeano comete, sin remordimientos, la violación de las fronteras que separan los géneros literarios”.

Eduardo Galeano es aquel que siempre da una mano y ayuda con una de sus tantas frases a cerrar una evaluación, una charla ante mucho público, o tan sólo una actividad lúdica. Con “El libro de los abrazos” realiza un viaje por todo Sudamérica rescatando historias de esas que llegan al corazón, por más chiquitas que sean.

Decir Galeano es decir fútbol, poesía, política e inteligencia a la hora de describir, con pocas palabras, un concepto, una idea, una historia.

Camina todos los días su ciudad natal de Montevideo, y escribe sus obras, donde se encuentran la narración con la poesía, la crónica con el ensayo, y el lector con el autor. Cada idea que arranca de su mente se escabulle en el alma de quien se anima a leer tan sólo un párrafo de uno de sus textos.

Perseguido en épocas de dictadura uruguaya, deja una de sus frases en el aire. “Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable”.

martes, 2 de noviembre de 2010

Avellaneda, un barrio de felicidad y angustia

Escribe: Pablo Pilanski.

Jueves 22/12/1983. 18 horas. Clásico de Avellaneda. Última fecha.
Un estadio que explotaba de gente. Gritos, fervor y alegría por un lado,
llantos y desconsuelo por el otro.

La fiebre por ver a un Independiente que llegaba con 43 puntos hizo de un día laboral una fiesta a la que no faltó ningún invitado.

Los anfitriones fueron los hinchas de un rojo puntero que de ganar sería campeón frente a su eterno rival, que ya había perdido la categoría. En la vereda de enfrente, apenas un puñado de simpatizantes del albiceleste.

Había sonado el silbato y todavía ningún hincha del equipo de Bochini cantaba por el campeonato, porque si bien la lógica indicaba que ganaría Independiente, la lógica y el fútbol no siempre fueron de la mano. Quizá fue por eso que cuando Ricardo Giusti marcó el primer gol a los 42 minutos del primer tiempo la gente sacó ese “dale campeón” que llevaban 5 años queriendo gritar. 1 a 0. Ferro y San Lorenzo, los escoltas, a 1 punto, empataban. El rojo no jugaba bien, pero ganaba. Eso era lo que había que hacer. Había que salir campeón, porque eso hundiría más al ya descendido Racing.

Trossero metió el segundo ni bien arrancado el complemento. El ruido ya era ensordecedor. La gente se abrazaba, estaban por darle la vuelta en la cara a la “academia”.

Estaba terminando el encuentro cuando se desató la locura. Unos hinchas entraron a la cancha y le robaron hasta las medias a los jugadores. El partido se tuvo que suspender a un minuto del tiempo reglamentario, pero igualmente terminó. Independiente era el campeón. Todo el mundo ya estaba en el césped.

El equipo de Marangoni y Burruchaga se merecía ese festejo, porque según algunos periodistas, era “el equipo que más se acerca al fútbol que todos queremos y admiramos”.

El rojo, campeón; Racing, a la B.

Avellaneda, un barrio de felicidad y angustia.


La verdad que no escribieron los diarios

Escribe: Pablo Pilanski

Antonio Domínguez, investigador e hijo del arquero Rogelio Domínguez, denunció fuertemente ayer ante alumnos de DeporTEA que la eliminación del Mundial de Suecia 1958 no se produjo por “el alto precio del aislamiento” que dejó el peronismo, como titularon algunos medios de la época, sino que fue el desencadenante de distintas operaciones dirigenciales.

“Hubo una serie de factores para que Argentina quede afuera del Mundial: entre ellos, que la venta de jugadores al exterior favorecía a los dirigentes”, explica Antonio, que asegura que no llevaron “a los mejores jugadores” al campeonato, porque de esa forma “mostraron mercadería nueva para vender”.

La bochornosa actuación de la Selección nacional fue conocida como el “desastre de Suecia”, ya que el combinado perdió dos de los tres partidos, y uno por 6 a 1 frente a Checoslovaquia, que junto con Argentina quedó eliminada en primera fase.

En los diarios del país se decía que el equipo no se había enfrentado con rivales europeos previo al Mundial y que por eso su forma de juego estaba atrasada y su preparación física, en estado deplorable. Antonio Domínguez se encargó de poner en jaque esos datos y probar que el seleccionado no sólo había jugado contra diferentes equipos del viejo continente, sino que incluso un año y medio antes había disputado un partido con Checoslovaquia, al que le habían ganado 1 a 0.

Para dar más fundamentos al tema, el investigador recordó el equipo que había salido campeón del sudamericano de Perú 1957, que contó con actuaciones descollantes de Antonio Angelillo, Humberto Maschio, Omar Sívori y Rogelio Domínguez, jugadores que luego no fueron convocados para jugar el campeonato Mundial. Un posible argumento podría haber sido que hasta entonces no se permitía citar a jugadores que se desarrollaran en el exterior, pero no. En el año del Mundial se habilitó a este tipo de jugadores, e igualmente la AFA decidió “mostrar mercadería nueva”, es decir, jugadores del ámbito local que todavía no les habían traído un rédito económico importante.

Actualmente, en los periódicos, siguen apareciendo publicaciones que reflejan lo que en aquella época era tomado por absolutamente cierto, pero una vez más, la conclusión es la misma: si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Pablo Pila. Casilla de mail: pablo.pila@hotmail.com