El amor es más fuerte que cualquier otra droga. Te pega, te deja
lento y te pone contento, como muchas. Pero es más intenso. “Yo me drogo con
una jeringa”, dirá un adicto a la heroína. Yo me drogo con un polvo, dirá un
cocainómano. “Yo me drogo con otra persona”, debería decir un enamorado. Porque
ese efecto dura más tiempo que el de cualquier droga conocida. Es permanente, hasta que sin esperarlo, desaparece. Y lo hace con muchos efectos secundarios:
el despecho, la desilusión, los celos, la angustia, la tortura producida por los recuerdos, y
finalmente el olvido, que es el lugar donde descartamos los restos de esta extraña y vil
droga. Si el amor es legal y todos lo perseguimos buscando el placer de
tenerlo, ¿por qué nos empecinamos en prohibir las demás, si nos llevan a un
lugar parecido?
martes, 10 de junio de 2014
sábado, 12 de abril de 2014
domingo, 9 de febrero de 2014
Expectativas cumplidas
Asado.
Ansiedad. Volvió el fútbol.
Argentinos,
en puestos de descenso. Se debía ganar.
Regreso de
dos ídolos al club. Recibimiento con papelitos, carteles y “Bienvenidos Piscu y
Bichi”.
Aplausos
eternos y reconocimiento de todo el estadio para los bomberos héroes.
Emoción
generalizada.
Partido
fundamental entre equipos que se acompañaban en el último lugar de la tabla de
promedios.
Una buena
jugada del equipo local. Otra. Y otra.
La hinchada
ve al equipo bien y está eufórica.
Olor a
épica. Las nubes cubren ya todo el cielo.
Lluvia, lluvia
y más lluvia.
Un
comentario en la tribuna sobre el gol de Palermo contra Perú bajo la tormenta.
El remate
desde lejos de la nueva y conocida figura, los 110 km/h de velocidad, y el
estallido de la popular de Boyacá.
El diluvio
más fuerte de la historia, hiper recontra chequeado.
La ropa
roja empapada, y la fiesta absoluta.
El segundo
gol, el descuento del rival, la espera interminable, interminable de verdad. No
terminaba más, nunca jamás.
La ovación
a los jugadores, y la sensación de hambre saciado.
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